La Nao Victoria es una de las réplicas más significativas que navegan a día de hoy, ya que representa a la primera y única embarcación que logró dar la vuelta al mundo con Magallanes y Elcano. Ahora que se cumple el 500 centenario del comienzo de la expedición, es una historia que está en boca de muchos.
En esta réplica se embarcó Marina (sevillana y muy aventurera), donde vivió por primera vez el mundo de los Tall Ship en las escalas que hacía la Nao por Europa. Visitó alrededor de 15 ciudades europeas, aprendió a navegar a bordo de un buque muy especial y se llevó consigo una experiencia única.
¿Qué edad tenías cuando te embarcaste?
Me embarqué cuando tenía 24 años.
¿Por qué decidiste embarcarte?
Comencé a leer y a sentir mucha curiosidad y admiración por la cultura marinera del siglo XIV-XV. Pensé que embarcarme alimentaría esa curiosidad y que podría ser una experiencia única. Tenía experiencia en navegación, pero la básica de recreo en veleros pequeños. Nada que ver con la forma de navegar de la Nao Victoria.
¿Cómo descubriste el mundo de los Tall Ships o buques clásicos?
Durante ese embarque descubrí que en ciertos puertos y en épocas concretas se reunían buques clásicos, cada cual más pintoresco y único. Normalmente, esas concentraciones de barcos estaban rodeadas de ambiente de festival, exposiciones, actividades culturales, desfiles y mucho más. Hasta entonces sólo había visto de casualidad algún barco clásico navegando y siempre me preguntaba que a dónde iría.
¿Cuánto tiempo estuviste embarcado?
Un total de 3 meses, de julio a septiembre.
¿Qué ciudades visitaste?
Ese verano visitamos más de 15 ciudades. Embarqué en Wilhemshaben (Alemania) y fuimos bajando por la costa francesa hasta Asturias, donde desembarqué. Me quedo con Dieppe, un pueblo de Francia que me enamoró. También me gustó mucho La Rochelle, Granville (ambas en Francia) y especialmente Tazones (Asturias).
¿A qué te dedicabas a bordo?
En la tripulación había tanto profesionales marineros, aficionados e incluso gente sin experiencia alguna. Todos teníamos que colaborar de igual forma durante las guardias. Si no sabías algo, lo aprendías rápido. Diría que era aprendiz. Casi todo era nuevo para mí, así que me dedicaba a hacer un poco de todo.
¿Qué hacías en tu tiempo libre?
En puerto visitábamos la ciudad en la que estábamos y nos gustaba descubrirla. En navegación, cuando el mar lo permitía, pintaba, cocinaba o leía. Me encantaba escuchar historias de los demás y aprender de ellos. A veces cogía la cámara y grababa la vida a bordo a modo de reportaje y salían verdaderas joyas (mi compañero Quini era la estrella).
¿Alguna anécdota a bordo?
Hay miles… y muchas no se pueden contar... jeje.
Siempre recuerdo un día de navegación, lo bautizamos como “el mejor día de nuestras vidas”, según Jose, otro de mis compañero a bordo.
Era un día especial, con viento y mar perfecto. Se respiraba felicidad. Sacamos todas las velas, cocinamos wok de espaguetis con verduras y salsa de soja. Realmente recuerdo ese día con sabor especial.
En mi caso, en ese barco conocí a alguien que se convirtió en una de las más importantes de mi vida. Algo que nunca pude imaginar cuando embarqué. Te embarcas buscando una experiencia diferente y te llevas muchísimo más.
¿Recomendarías la experiencia de navegar?
Sin ninguna duda. Navegando aprendes cosas que nunca aprenderías en tierra. Aprendes técnica, disciplina y convivencia. Aprendes mucho sobre ti mismo y cada experiencia te enriquece. La persona que vuelve no es la misma que la que fue. Además de aprender, disfrutas como un niño pequeño.
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