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Santiago, voluntario en Albaola


Albaola es un astillero vasco ubicado en Pasaia (Pasajes), en País Vasco, muy cerca de Donostia (San Sebastián). Recuperando las tradiciones propias de la región, están reconstruyendo una nao típica del siglo XVI con la ayuda de carpinteros expertos y con un gran número de voluntarios de todas partes del mundo.


Allí trabajó como voluntario también Santiago Rivas, graduado en Arquitectura Naval de la Universidad Politécnica de Madrid. Junto con Albaola, realizó un Proyecto Fin de Grado muy singular: la reconstrucción de una chalupa ballenera de la época.


Nos hemos puesto en contacto con él para que nos cuente más sobre su experiencia.


¿Cuánto tiempo estuviste allí y que edad tenías? Fui en dos ocasiones en 2018, aunque me gustaría volver a ir, pues hace ya casi dos años desde la última vez. En aquel entonces yo tenía 22 años. ¿Por qué decidiste ir a Albaola? Me enfrentaba al terrorífico momento que todos los estudiantes de la ETSIN (Escuela Técnica Superior de Ingenieros Navales) tenemos que vivir antes o después: ¿De qué narices hago mi TFG? Quería que mi proyecto de verdad me enriqueciese, y no que fuese un mero trámite para conseguir el título. Era verano y había venido mi padre a visitarme a Madrid. Charlábamos sobre el TFG en una terraza mientras, algo desmotivado, removía mi café. Entonces mi padre me dijo: “Santi, he visto un documental de Jesús Calleja sobre un astillero en el País Vasco donde siguen construyendo embarcaciones de madera como se hacía hace siglos; ¿Por qué no les llamas?”. Se encendió la bombilla. ¿Cómo descubriste el mundo de los Tall Ships o buques clásicos? Sinceramente, no es algo que me viniese desde pequeño. Sin embargo, cuanto más me empapaba durante este proyecto, más me fascinaba cómo el ser humano fue capaz de confeccionar semejantes cascarones a partir de tablones de madera. Y lo que es peor, se embarcaban en travesías de varias semanas o incluso meses durmiendo en las bodegas. Solo pensar en cómo tenía que crepitar el buque durante la típica tormenta apocalíptica de las películas… Y por si fuese poco épico, recorrían los mares cazando ballenas. Cuando menos, estas embarcaciones me infundían -e infunden- mucho respeto y admiración. ¿A qué te dedicabas allí? Principalmente me dediqué a tareas de investigación para mi TFG: “Análisis de la arquitectura naval de una chalupa ballenera vasca del siglo XVI”. Quería construir un modelo fidedigno de la chalupa en un programa CAD donde, a parte de los pertinentes análisis de flotabilidad y estabilidad, poder representar al detalle todas las piezas de madera que la componían; desde las varengas y ligazones, cada una con su particular curvatura para encajar con la quilla y posarse sobre las tracas del forro, hasta la carlinga de proa, donde descansaría el palo trinquete cuando la nave se desplazase a vela. En Albaola me dieron vía libre tanto para acceder a la biblioteca como al museo, donde tienen una chalupa a escala real, que se convirtió en mi musa particular, pues la analicé más que Jack a Rose en Titanic. ¿Qué hacías en tu tiempo libre por allí? La verdad que para alguien de meseta pasar unos días al lado del mar ya es un regalo. Por las mañanas madrugábamos (y encima con gusto) para dar una pequeña travesía a remo. Los alrededores del astillero son espectaculares. Una tarde me fui bordeando el peñón que une Pasajes de San Pedro y San Sebastián, y es increíble. Pasajes, el pueblo donde se encuentra este astillero, tiene mucho encanto y, cómo no, la comida y la bebida son excelentes. Hablar con auténticos libros abiertos como el maquetista Joseba o practicar con la azuela -sin éxito- con uno de los últimos carpinteros de ribera de nuestro país como Esteban, eran otros de mis pasatiempos. ¿Recomendarías la experiencia? Sin duda alguna. A parte del lugar y las personas que vais a encontrar allí, que son excepcionales, para todos aquellos que de algún modo somos afines al mar, contemplar en directo estas embarcaciones tradicionales, sentir el tacto de sus listones de madera, conocer su proceso de construcción artesanal, y con suerte navegar a bordo, es una experiencia que te pone los pies en la tierra. Nos hemos convertido en máquinas industriales que vivimos y producimos a un ritmo frenético. Albaola te enseña a apreciar el trabajo bien hecho. Como nos decían en el colegio, despacito y con buena letra.

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